DIARIO DE ZOLPIDEM: LA CASA EN DONDE SE SALVÓ MAMI

Miércoles 23 de octubre de 2019, 12.31am_Pifarré está todo mojado, ya tiene 3 entrenudos. A su alrededor, las gotitas de lluvia remolonean en los 4 bordes de la latita de chocolate, en donde ahora es su metálico hogar. Se van sumando las hojas en renacido y albur. Algunas cayeron en la tierra de las demáss macetas, sus formas son mayoritariamente convexas, ellas invitan a que la memoria imagine los cuernos de un cebú, verosímiles promesas de futuros bonsais. Qué placer es escribir de las cosas sencillas de nuestra vida cotidiana sin la obligación de apuntar detalles. De repente los malos humores pasan por delante de mí cual si fueran una obtusa caravana de vaqueros resignada a extinguirse. ¿Debería escribir sobre ellos? Ayer al mediodía, subiendo la cuesta de Candelario, interpreté como una señal el haber oído el nombre de una niña: Mireia. Echo de menos sus intensas miradas, aunque probablemente no tanto como antes.

Jueves 24, 8.20am_Diario de Zolpidem_La casa de Candelario hoy puede llamarse un hogar. Hace 10 días que mamá no toma Zolpidem, o al menos eso me dijo ayer y coincide con una inesperada lucidez que ha despertado en ella después de estar media vida en letargo. Comparto momentos a su lado con desconfianza, porque pasa de decirme que no tiene hace como 10 días a decirme que toma menos. Sin embargo noto en su mejorado comportamiento que ya no está paranoica.

Día siguiente_Entre otras cosas, hoy ha sido el cambio de horario. Tengo muchísimas ganas de dar una vulta en bici, así me impregno con la vitamina D que me impregna en la carretera. Por otro lado lo acabo de decidir: iniciaré un juicio por torturas contra la chica de arriba. He aprovechado cada vez que tuve oportunidad para pedirle que no haga ruido, pero todo sí sí sí vale vale vale... y continúa en sus trece. Son las 6 de la madrugada y acaba de llegar de fiesta hace una hora. Me espabiló el toc toc toc toc de su taconeo golpeando el techo. No es que entra y se va directamente a dormir, no. Anda por el apartamento sin descalzarse, como si fuera un guardia de Eulen. Ayer, sábado, estuvo insoportable. Se ve que cuando está sola se aburre y ocupa el tiempo de ocio para redecorar la casa. Preparaba todo para leer algo, claro, uno se olvida de que está ella si pasa un rato de no hacer ruido, sin pensar que su modo de vida nos va a perturbar en cualquier momento o de un momento a otro. Me recosté con carpeta en mano y de buenas a primeras se oyó a los muebles arrantrándose por todo el techo. Entonces uno deja de leer y dice bueno... ¡ya terminará! Pero cuando uno se pone a leer de nuevo, se escucha la cama que se arrastra unos metros de nuevo. Otra cosa, los cajones de los armarios y las puertas de los roperos. O de inmediato la valija de ruedas. Al rato se la oye por la cocina que se sienta a tomar una café o a manyar algo. Lo sé por la silla que se aparta de la mesa y luego se acerca con ella encima. Y por supuesto que sí: las interminables conversaciones telefónicas. Sería imposible conciliar el sueño de no ser por los mp3 del móvil y los cascos que se ciñen a los oídos rebajando los ruidos que entran en ellos.


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