DIARIO DE ZOLPIDEM: LA CASA EN DONDE SE SALVÓ MAMI


Lunes 25, 7am_Ayer Andrea regresó de su viaje a Madrid, paseo habitual en ella para los puentes a los 3 días francos del mes. Según la oí es para ver a su madre. Las gentes siempre tenemos madre. Su parlanchinería se va escuchando en aumento cuando viene del living hacia la habitación pequeña. Pero no me molesta tanto en virtud del acostumbramiento forzoso a su imparable personalidad psicótica.

Contaminando de positivismo a las buenas noticias de Candelario, mamá continúa sin zolpidem. Esto disminuye cualquier dolor ajeno al tema farmacológico, sobre todo el dolor por haber discutido con Sonia, justo con todo lo que la necesito. En cuanto a las obligaciones que requieren de más concentración, no creo que la compu aguante muchos días más sin romperse. Preocupación grandísima al analizar el entrelíneas de triquiñuelas que abarca el sistema médico-fármaceútico de mi ancha Castilla. San Martín decía que la soberbia es una pequeña dosis de poder que se le otorga a quien no tiene la preparación necesaria para tratar con la debida rectitud los auntos públicos. Así los médicos de cabecera se dejan sobornar con la participación espuria y ficticia en los congresos que programan las farmaceúticas. Y les importa tres pitos el juramento hipocrático, hasta que sus recetarios lo metamorfosean en un juramento hipocritatico.

A mi lado y sobre el escritorio fumé descansan unas afirmaciones grapadas que me ha devuelto mamá. Ayer acabé el borrador para denunciar a Andrea por el acoso de su insistente comportamiento ruidoso. Entre gallos y medianoches, es raro que no estén aquí los almendros para hacerme compañía entretanto escribo. Lo que sí hay es la biblia de Jerusalem, traducción suspicable del griego que si uno analiza gramatical y hondamente haría tambalear los esforzdos pilares de nuestra fe. El Libro de tapa azul y letras brillantes expora una misteriosa presencia tutelar. El apuro por venir a escribir calzó prontamente mis medias pero me hizo sacrificar el calzado por el momento. El frío de finales de otoño nos hace encender la costosa calefacción para dormir. Durante la trayectoria abrí el ventiluz del baño a ver si había estrellitas en las postrimerías de esta madrugada, en su consecuencia sabría si iba a haber sol durante la venidera mañana y así poder viajar a los pueblos en bici. Todo indica que el pronóstico se equivocó, porque nadie dice “yerrar”. Así que en algún momento podré visitar la Mata de la Armuña.

Miércoles 8.30am_Desde hace 2 días mamá está rara a la hora de dormir. Se queda despierta hasta la 1 o las 2 de la madrugada “revisando”, dice, los viejos documentos que guarda celosamente en una caja de zapatos Hush Puppies. La del perro mamón. Se encierra en la pieza grande y ahí se queda acomodando recetas e impuestos que tienen mucho tiempo de antigüedad... o añosas compilaciones nominales. Temo que sin decirme nada se haya mandado una pastilla de zolpidem. Pero a pesar de que se la ve enfadada no muestra sintomatología de ebriedad como cuando se manda media pastilla y anda 40 minutos tambaleando por aquí o por allá.

Jueves 6.30am_A las 5 y media me despestaron los golpes de Andrea. Sin embargo, desde que mamá no toma más zolpidem me despierto como aliviado de un gran carga que me costaba horrores llevar.

Por el ventiluz del aseo el cielo de la tormesinidad se veía transitado por nubes grises. Entreaberturas esponjosas dejaban ver el ocre de la madrugada febril. Estoy fascinado con una pequeñita radio que compré el martes, ella me ayudará a tolerar la lacerante coexistencia con las vecinas de arriba, sus ruidos y golpes intermibles. En cuanto a lo que fue milagroso, después de 30 días sin zolpidem el organismo de mamá ya comienza a reaccionar con total naturalidad a los estímulos más saludables. Sólo espero que siga así: ayer por ejemplo tuvimos que suspender la partida de chinchón porque la tila le había dado un sueño terrible.




2019


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