Un desopilante entrecruce de guiones entre Dreyfus y Clouseau en el parque del manicomio

 

24 de enero, 1.30 pm_Mamá está en el comedor mirando una película de Peter Sellers, la Pantera Rosa ataca de nuevo. A dos cuartos de distancia se oye el tercer rugido del león de la Metro. Casi de inmediato, el desopilante entrecruce de guiones entre Dreyfus y Clouseau, en el parque del manicomio donde estaba internado el derrocado inspector en jefe. Pronto encenderé los protectores cascos de Radio Clásica, que había dejado aquí previsiblemente, por si acaso volvía Andrea Y con su costumbre de golpear todo no me deja escribir en paz. Ella ya retornó al hogar, pero en contra de todo lógico vaticinio no hace tanto barullo como lo hacía ayer, será porque está cansada o porque está sola. Hoy a las 8 me desperté con sus gritos, y ayer a la tarde ¡Ay! ¡Cómo gritaba! A lo mejor sí es cierto de que en la vida el bien y el mal son dos fuerzas que necesariamente están juntas, puesto que todo el suplicio que estamos atravesando fue necesario para que mami al fin dejara de tomar zolpidem. Todavía le cuesta dormir, pero su lucidez es óptima. Sin zolpidem la calidad de su mente se preparó para ser reeducada en lo que ella se proponga. “Esto nos va a enseñar a cuidar más el dinero”, me dice apenas se despierta. Se ve que estos problemas la ponen en vela de noche, y la ausencia del bloqueo mental que le causaba el veneno del zolpidem ahora la deja reflexionar sobre lo bueno y lo malo de nuestras vidas.

25 de enero, 11.15am_ Diario de zolpidem_Ayer terminé el cumpleaños medio ofendido. Mamá ya me está sugiriendo de ir a buscar remedios, entonces discutimos un poco y la dejé sola. Me despierto pensando en las quejas que debo hacerle a Emiliano. Se ve que Andrea se fue a Madrid para ver a su madre, será por eso que hoy dormí toda la noche y también toda la mañana. Pifarré continúa aquí con su constante de fibonacci marchita. ¿Pero qué pasará con mamá? ¿Qué con Mireia?... ¿Qué con Cecilia? Ayer se me cayó el cepillo de dientes y sentí que ella estaba pensando en mí. También ayer terminé de releer la carta de despedida que pienso envierle a Argentina, en mayo del año entrante. Mientras tanto, arriba, se escuchan pasos y me pregunto qué tal pasaré el domingo. Percibo un hueco obscuro entre mi ansiedad y mis miedos. La caldera se enciende cuando abren el grifo en el baño de arriba. Mamá todavía duerme. Quizá seguramente en la semana se vaya con Emiliano para pedir zolpidem.

Domingo 26, 6.20am_Pifarré y las demás ya están aquí. ¿Ya lo apunte que tiene marchita la última falange de fibonacci? No es que Recién nacido estuviera más alto como pensé hace un día, sino que las coloridas lloviznas del mes de enero fueron hundiendo gotita a gota la tierra superficial que cubre sus raíces en la maceta. Las quejas de la biblioteca continúan sin contestarse. Andrea vendrá esta noche para dar sus groseras notas vulgares con estrepitosos alaridos y sus taconeos insoportables.

Mamá sigue sin zolpidem. Cada vez que le hablo la trato como si fuera su último momento de cordura, como si me despidiera de alguién que sé que se marchará. Son archiconocidas las dispersiones que el medicamento le provocará en su conducta inopinadamente restaurada. Me propuse disfrutar de su risa y del acierto de sus opiniones deliberadas. Paso tiempo con ella, conociéndola en su manera de pensar incondicionada, reencontrándome a cada instante con la madre que había perdido en hacía tantísimo tiempo, reconociendo su sentido del humor, su bondad... con su sentimiento de justicia. Ahora se acaba de levantar para ir al baño, y cuando vuelve a la cama apaga la luz del velador que antes dejaba encendida durante toda la noche. Me ilusiona pensar que mamá estará así de bien cuando se vea con el fiscal. Aún no nos dieron el abogado, y nos preocupa que papá la vaya a representar ante el juez.



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